Foto: La familia es un camino que no se recorre en soledad
Por: CODIPACS Tlalnepantla / Arquidiócesis de Tlalnepantla
Cuando pensamos en la familia, lo primero que nos viene a la mente no son teorías ni estadísticas, sino rostros concretos: los papás y mamás que trabajan y se esfuerzan, los hijos que crecen con sueños e ilusiones, los abuelos que guardan la memoria viva de la vida. La familia es, en realidad, ese espacio donde aprendemos lo más importante: a amar y a ser amados. El Papa Francisco lo dice de una manera muy sencilla: “la familia es el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros” (Amoris Laetitia, 66). Aunque no todos pensamos igual, aunque hay momentos de tensión, en casa aprendemos a escucharnos, a perdonarnos y a seguir adelante juntos.
Recorramos desde los enfoques de la Teología y la Filosofía a la familia para detallar un poco más lo que en familia se debe trabajar:
La Familia, una escuela de amor
El teólogo Livio Melina recuerda que la familia es una “comunidad de vida y amor”. Dicho de otro modo: es un lugar donde uno no está solo, donde el verdadero crecimiento llega cuando nos damos a los demás. Allí descubrimos que la felicidad no está en encerrarnos en nosotros mismos, sino en compartir lo que somos. Por eso la familia es como una pequeña escuela de humanidad. Allí se aprende a cuidar, a respetar, a entregarse sin esperar siempre algo a cambio.
Educar el corazón
El filósofo Tomás Melendo dice algo muy bello: la misión más honda de los padres no es solo dar de comer o procurar estudios, sino enseñar a amar. Una familia no solo transmite conocimientos, transmite una manera de mirar la vida, de valorar a cada persona como un regalo. Él lo resume así: “Cada familia está llamada a ser un taller de amor y libertad, donde el ser humano aprende a desplegar todas sus capacidades para el bien propio y el de los demás”.
Familias reales, en camino de la trascendencia
Hoy sabemos que las familias no viven en un cuento de hadas. Hay problemas económicos, falta de tiempo, tensiones, incluso heridas que parecen difíciles de sanar. Pero como suele decirse: no es fuerte quien nunca cae, sino quien siempre sabe levantarse. Y en esto las familias son maestras. Porque aun con las dificultades, cuando se esfuerzan por dialogar, por darse tiempo, por soñar juntos, se convierten en un signo de esperanza en medio de un mundo que a veces parece cansado.
Compartamos algunas claves sencillas para crecer en familia: Compartir tiempo real: una comida, una caminata, una oración en común. Dialogar con respeto: escuchar antes de responder, hablar sin herir. Tener proyectos juntos: desde ahorrar para algo sencillo hasta comprometerse en una causa solidaria. Abrirse a Dios: reconocer que Él sostiene a la familia y la hace fuerte.
Concluimos que La familia es un camino que no se recorre en soledad. Como dicen Melina y Melendo, allí aprendemos lo esencial: amar, perdonar, servir y crecer en comunión. No se trata de familias perfectas, sino de hogares que, con sus luces y sombras, siguen siendo lugares donde florece la vida.
En nuestra Provincia Eclesiástica de Tlalnepantla queremos seguir acompañando y fortaleciendo a las familias, porque sabemos que allí se juega buena parte del futuro de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia.
Liliana G. de De Los Cobos
Lic. en Ciencias de la Familia
Dimensión de Pastoral Familiar de la Arquidiócesis de Tlalnepantla