“Como Cristo resucitó de entre los muertos por el glorioso poder del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva”. (Ro


Imagen “Como Cristo resucitó de entre los muertos por el glorioso poder del Padre, así también nosotros caminemos en una vida nueva”. (Ro

Foto: Don Guillermo Ortiz Mondragón, Obispo de Cuautitlán


Por: Cuautitlán / Diócesis de Cuautitlan

Seguramente hemos usado el tren suburbano o el metro, probablemente sólo unas estaciones que usamos de ordinario y quizá, las únicas que conocemos. ¿No sucederá esto con nuestra vida de Iglesia? Es decir, celebramos las etapas del ciclo litúrgico: Adviento, Navidad, Ordinario, Cuaresma, Pascua que termina en Pentecostés y nos lanza hasta el final, Cristo Rey.

Por gusto, por tradición, damos más énfasis a alguna etapa de este ciclo litúrgico y a los demás le damos poca importancia. O bien fragmentamos por etapas este ciclo y no vivimos un proceso continuado de nuestra fe. Podemos llegar a pensar que una no tiene que ver con las otras. ¿Cuál es la consecuencia? Que no vivimos la vida nueva en Cristo, a la que ciertamente le damos cierta atención en el tiempo de Pascua, que celebramos con mucha menos intensidad que cualquier otra etapa.

El tiempo de pandemia de Covid-19 ha afectado no solamente nuestra dimensión sanitaria de la vida a nivel mundial, sino que ha repercutido en situaciones dolorosas a nivel familiar, laboral, educativo, fuertes tensiones en la dimensión psicológica específicamente emocional y mental de las personas.

Todos somos testigos de que esto está sucediendo y no lo podemos negar, pero en nuestro país está otra situación: la inseguridad a causa del crimen organizado, de la violencia organizada como se ha visto en las últimas elecciones y en los posteriores eventos en distintos estados que dolorosamente las autoridades de los tres niveles y otras instancias que pueden implicarse, no se expresan con claridad y menos su actuación es verificable.

Como Iglesia pudiéramos pensar lo que dice el Obispo Pedro Casaldáliga: “Es tarde/pero es nuestra hora. /Es tarde/pero es todo el tiempo/ que tenemos a mano/para hacer el fututo./ Es tarde/pero somos nosotros/esta hora tardía./ Es tarde/pero es madrugada/si insistimos un poco”.

¡Es nuestra hora, es la hora de la Iglesia, insistamos! Insistamos en la madrugada de “un cielo nuevo y una tierra nueva” (Ap 21, 1). Al retomar nuestra vida pastoral en las parroquias, no podemos quedarnos en actitud autorreferencial, como dice el Papa Francisco. Es la ora de salir con agentes que se han decidido por vivir la resurrección en Cristo.

 

                                                                                               +Guillermo Ortiz Mondragón.